jueves, 23 de agosto de 2012

UNA VOCACIÓN AL AMOR

A pesar de que hay tantas y tan diferentes profesiones y una gran variedad de talentos y actividades en el mundo, Dios ha querido darle al hombre un camino de vida llamado vocación. La vocación a la vida Religiosa y Sacerdotal es uno de los caminos que parecen más claros para el servicio a Dios y a los hombres. 

La vocación del laico comprometido como soltero es un segundo tipo de camino a elegir, sin ser menos exigente que el primero cuando se decide vivir una soltería santa. Pero la vocación de la cual quiero hablar es la vocación al matrimonio, que al igual que las dos primeras es una vocación al amor.

¿Qué clase de detalles puede mostrar el amor en un matrimonio? Recuerdo hace más de 12 años que una llamada telefónica podía extenderse por horas sin agotar el tema de una conversación y sin dejar de ser una gran alegría la expectativa de una próxima comunicación. Tomar un bus o un avión para emprender un viaje de vacaciones era siempre una gran aventura. Mandar un pequeño regalo a través de cientos de kilómetros constituía una gran emoción y una meta cumplida.

Hoy en día aunque las circunstancias han cambiado un poco y las actividades diarias nos absorben más que en aquel tiempo, puedo decir que la vocación al amor que Dios nos ha dado como matrimonio supera cualquier otra expectativa, proyecto o ilusión. Nuestros trabajos han podido subir de rango, nuestras diversiones y nuestros gastos pueden tener ahora más holgura que antes, hemos podido capacitarnos y estudiar lo que cada uno ha deseado y en general en pocas ocasiones nos hemos negado algo que queremos.
Pero cuando imaginamos por sólo un instante que cualquiera de estos logros, gustos o realizaciones carece de la presencia del cónyuge, las cosas que hasta ahora tienen sentido pierden casi todo su valor. Más aún, si a todas estas vivencias le quitáramos la participación de nuestro esposo(a), nos daríamos cuenta que sólo serían una serie de acontecimientos vacios y casi sin sentido. De este modo podríamos pensar que aunque nuestros trabajos desaparecieran, nuestras finanzas se estrecharan radicalmente, nuestros estudios caducaran, o no pudiéramos ya darnos tanto gusto o con tanta frecuencia, bastaría con saber que se tiene junto a sí a la persona que Dios destinó para amar y hacerla feliz, y sólo esto bastaría para hacer un balance de realización a plenitud y emprender tranquilamente otros 10, 20 o 30 años para vivir esta vocación al amor.

Todo esto es posible si en la base de esta vocación está Dios, si nuestros principales invitados a la boda fueron Jesús, José y María, porque el lazo de tres hilos no se rompe jamás. Esto lo creemos y lo hemos vivido desde las verdes y tranquilas llanuras hasta la congestionada capital de nuestro país, incluyendo una corta temporada en tierra extranjera, y tenemos certeza que seguirá siendo así, si tenemos siempre presente que nuestra vocación primera es el matrimonio, una vocación al amor.

ROBERTO HUERTAS DE LUISA &
LUISA FDA. OSORIO DE ROBERTO

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